De que tengo la moral perdida.
No me siento honesto,
Siento que me estoy mintiendo.
Y agradezco a mí mismo por ser un constante autocrítico,
Por nunca estar conforme para conmigo.
Porque tengo una inmensa llama dentro de mí,
Que me pide a gritos que busque la libertad,
Que gane la libertad de servirle a la vida,
De inspirar, de brindar a quienes carecen.
Pues reconozco que tengo mucho qué prestar,
Y cada día que paso y no hago algo para estar más cerca de dicha libertad,
Me hundo, me pudro.
Cada día que no enriquezco mi ser con sabidurías, experiencias,
Estoy quemando mi ser.
Y el tiempo se me pasa,
Se quema cada página esperando llegar la vida que me hará lleno con certeza.
Pero sé que el destino no me alcanzará esperando sentado.
Se trata de encontrar una idea que nos queme, que nos despierte el corazón que tenemos dormido a razón de la sociedad represiva en la que vivimos,
Y que dejemos que dicha idea nos consuma, y nos aferremos a ella sin temor a fallarle al resto de nuestras metas.
Porque no vale la pena vivir una vida de éxitos triviales,
Si no hemos vivido llenos de experiencias, de sentimientos francos y sinceros.
Pues después de haber logrado todos los éxitos paganos que nos venden,
Miraremos atrás, recordando los años perdidos trabajando un trabajo miserable para pagar deudas,
Y así entendermos que ni la casa más grande,
Ni el carro más lujoso,
Nos regalará la dicha de haber vivido sirviéndole a los demás,
Y a si mismo.
Porque para alcanzar la vida que deseamos,
No falta sino desearlo lo suficiente.
Y le pido al destino,
Que acabe con mi vida,
Si algún día, mirando en retrospectiva,
Me encuentro haciendo lo que hoy estoy en contra.
Quiero dedicar mi vida, completa,
A ser un talibán terco de mis ideales,
Defenderlos con la sangre en mis venas,
Y jamás ser esclavo del miedo.
Así hiera a mis amados,
Así decepcione a todos,
Porque sólo yo viviré el resto de mis años,
Sufriendo las consecuencias de mis acciones.
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